Aplazar la moción de censura hasta que le convenga a Sánchez es un fraude constitucional
Una cosa es que la moción de censura patrocinada por Vox y que presentará Ramón Tamames sea un error y otra, bien distinta, es que el presidente del Gobierno pretenda pervertir el espíritu de una iniciativa constitucional que no puede ser utilizada de manera fraudulenta, que es lo que busca Pedro Sánchez al aplazarla hasta la semana del 1 al 7 de mayo, para acercarla al máximo a la fecha de los comicios autonómicos y municipales. En suma, que más allá de que la moción sea inconveniente desde un punto de vista de estrategia política, lo que es inaceptable es que la fecha de la misma se aplace dos meses desde su presentación el próximo lunes. Y es que, a instancias de Sánchez, la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, sopesa convocar el debate de la moción de censura los días 3 y 4 de mayo, aunque no se descarta tampoco que lo convoque para finales de abril. Parece evidente que lo que busca el presidente del Gobierno demorando tanto la fecha es sacar rédito de la moción, aunando a una mayoría en contra de la misma, y forzando al PP a posicionarse en vísperas de unos comicios trascendentes con las elecciones generales en el horizonte.
Si finalmente Batet opta por la primera semana de mayo, sería la moción de censura que más tiempo se habría tardado en debatir desde su registro. Un total de 65 días. Hasta ahora, la moción de Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy era la que más tiempo estuvo en el cajón. La entonces presidenta de la Cámara, Ana Pastor, tardó 25 días en fijar el debate. Y es que un mecanismo constitucional como la moción de censura no puede convocarse en función de criterios partidistas, pues eso distorsiona la esencia misma de un instrumento que no puede someterse a la «disponibilidad» del jefe del Ejecutivo. Eso es una perversión democrática propia de un Ejecutivo reñido con las libertades.